martes, 13 de mayo de 2008

Las aventuras de Pepito Churrasco (Cap. 1)

Las estrambóticas y disparatadas aventuras de Pepito Churrasco

(Una historia demencial y surrealista, perpetrada por una mente demente)

Capítulo 1: De cómo Pepito Churrasco desea una muerte fuera de lo común

Pepito Churrasco era un sujeto vivaracho y jovial, pero era consciente del final que el cruel destino le tenía preparado para sí. Debido quizás a su carácter rebelde, Pepito se resistía a pensar que tenía que acabar convertido en un trozo de carne a la brasa. Él siempre había soñado con una muerte diferente, fuera de lo común para los de su especie. No en vano, él era un solomillo de cerdo de alta calidad, envidiado por muchos, pues era de raza ibérica, el linaje más selecto en cuanto a los derivados del porcino se refiere.

Y helo allí, en su bandeja de plástico, esperando en un oscuro rincón del frigorífico un final que llegaría tarde o temprano, pero que llegaría al fin y al cabo cuando se abriera la puerta de la nevera y una mano humana (o inhumana tal vez) apareciera para llevarse a Pepito para siempre. Él sabía que no podía poner frenos a su muerte, pues le llegaría como le llega a todos, y si no era consumido por nadie acabaría sus días deteriorándose y muriéndose de viejo, en estado de putrefacción y con un hedor y aspecto tan horribles que impediría que se lo comiera hasta la persona más necesitada. Era consciente de todo ello, pero lo único que deseaba es que cuando el final llegase, él pudiese elegir la forma. No quería morir en la sartén, ni en el horno, ni en la parrilla, y no soportaba la idea de que su cuerpo sin vida descansase sobre una exquisita salsa de almendras, con un cortejo fúnebre formado por una guarnición de patatas fritas o unos duros e incómodos granos de pimienta.

¿Pero cómo se puede resistir alguien a una muerte tan digna? ¿Qué mejor funeral le puede deparar el destino a un trozo de carne si no es el de acabar siendo un plato estrella en un restaurante de lujo? Pero él no era como los demás solomillos. Lo que muchos deseaban, él lo aborrecía.

Ahora bien, Pepito no le había contado a nadie sus deseos de una muerte diferente, y mucho menos a su familia. ¡¿Acaso había mayor deshonra para un solomillo de primera que morir de la forma que él deseaba?! No, no se lo había dicho a nadie. A quién le iba a contar que quería morir en una ensalada mixta, que deseaba que su lecho de muerte lo formaran lechugas frescas, escarolas, lombardas, tiernos cogollos y coles de todo tipo. Y que quería que lo cubriera una fina capa de queso fresco, unos excelentes lomos de atún, tomates de primera calidad y ser bañado por aceite puro de oliva. “¡Pero qué ideas se te meten en la cabeza Pepito!”, le diría la gente.

Y así, abstraído en sus pensamientos y en sus deseos, permanecía Pepito en un sombrío habitáculo de la nevera, que a veces se iluminaba y sumía en la máxima expectación a todos los habitantes del frigorífico, ignorando quién de los allí presentes iba a ser el próximo en abandonar su oscuro y frío hogar.


Nota: Esta historia sin pies ni cabeza tendrá continuación única y exclusivamente si el lector demuestra interés al respecto (comentarios, felicitaciones, insultos, amenazas...). Como se puede observar por el argumento de estas aventuras, el autor de las mimas confirma con ellas que su locura se agudiza por momentos, por si alguno anduviera aún con la duda.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Conmovedora y aterradora historia la de Pepito Churrasco. Es indescriptible el miedo que se le puede llegar a tener a la muerte (magnífica metáfora), pero que lo has sabido plamar espléndidamente en la vida de Pepito Churrasco. Un saludo y a por el segundo capítulo.Manu.

Anónimo dijo...

¿por que siempre los capítulos de las series terminan sin sentido ninguno?,no podré regozijarme en mi (tal vez)inhumana vida sin saber que ocurre a ese pedazo de carne que nos simboliza a cada uno de nosotros y nuestros miedos, pero, ¿nadie se ha preguntado si los demás habitantes de ciudad nevera quieren compartir lo que les queda de vida con un ser tan egocentrista?, aunque nos simbolice el solomillo, vamos a empatizar con los demás, por favor, y quizá algún día seremos algo más que un "maloliente chuletón" besos, guerrero. LOZANO

Anónimo dijo...

Sigue escribiendo que esta interesante y es muy ameno seguiremos leyendo tus capitulos.charo

Anónimo dijo...

que suerte tomarse la muerte tan a broma!.Supongo que un buen solomillo es algo joven, lo mismo que las lechugas..Cuando llevas mucho tiempo en la nevera y la fecha de caducidad está próxima solo pides no enterarte de como será el final.¡Final al fin y al cabo!angela

Anónimo dijo...

Creo que se trata mas de poder decidir algo en tu vida...
aunque sea la manera de morir.
Pues a mi me ha gustado...solo espero (como espero siempre) que si hay segunda parte de este relato, esta sea inesperada y sorprendente...valla! como tiene que ser la vida.
La hija de Angela.

Anónimo dijo...

hija mia, ese vaya
se escribe con y!

Angela.

el guerrero del interfaz dijo...

Me alegra que este relato haya despertado interés y que fomente las relaciones familiares (obsérvense esos lazos ortográficos que unen a Ángela y su hija).
En cuanto a la metáfora de la muerte que algunos han querido ver en esta historia....... bueno, la interpretación es libre, pero no siempre hay que buscar una moraleja.
Gracias por dejar comentarios, y a los que no escriben pero lo leen gracias también, incluso a los que escriben sin leerlo y a los que ni lo leen ni escriben...
Saludos