martes, 30 de octubre de 2007

'me se' viene a la memoria...

“Y volver, volver, volver….”, que decía la canción. Pues sí, vuelvo tras un tiempo de inactividad, en el que este humilde blog ha estado callado, en silencio, sin nada nuevo que ofrecer. Los motivos, si los hay, pudieron estar justificados en un principio, debido a falta de tiempo, pera posteriormente se debió simplemente a una profunda pereza inherente a mi persona (qué le vamos a hacer, soy vago por naturaleza). Pero vuelvo, vuelvo del pasado para devolver en el futuro y revolver el presente. Para vomitar mis críticas a la actualidad, sin necesidad de que exista, aunque preferentemente sí, un nexo de unión claro entre noticia y comentario. Espero poder mantener actualizado este espacio, al menos semanalmente.
Ahora vuelvo para revolver la actualidad. Una palabra que está ahora muy de moda, y en la boca de muchos sujetos políticos o mediáticos que hablan de “abrir viejas heridas” con respecto a la inminente aprobación de la ley de la memoria histórica. Al margen quedan comentarios, al estilo mayorejista, que ya no sólo no condenan el régimen franquista sino que lo aplauden, hablando de una época de “placidez y de tranquilidad” (no olvidemos que el PP está llenos de herederos de…, a pesar de que no se puedan meter a todos en el mismo saco).
Dicho todo esto y a colación del tema de la memoria histórica, saco a la palestra (suena a programa de radio amparado por la conferencia episcopal y altamente cancerígeno) un romancero que en su tiempo escribí (verano de 2006) para la revista de la feria de mi pueblo. En el hablo del aniversario que se acababa de cumplir de la guerra civil y de la susodicha ley de recuperación de la memoria histórica. Bien es verdad que en el texto me centro en la época de la contienda y abandono la posterior represión franquista de la posguerra y posteriores años de los que Mayor Oreja llama de “placidez”. Pero a pesar de todo, creo que resume un poco la batalla dialéctica levantado con motivo de esta ley, que no es que abra viejas heridas, es que hay heridas que nunca se han cerrado ni podrán cicatrizar jamás, porque los muertos nunca se olvidan, y si son fusilados (que los hubo por ambos bandos durante la guerra, porque en una guerra siempre hay muertos) o asesinados a garrote vil mucho menos. Tras esta extensa introducción, a continuación dejo el romancero en cuestión.


Setenta años, setenta,
De una guerra sin sentido,
Y aún dura la tormenta…
¡Con lo mucho que ha llovido!

Setenta años pasaron
Y han cambiado muchas cosas,
Pero siguen enterrados
Los recuerdos en las fosas.

Que no nos vengan con cuentos
De “remover el pasado”
Esos que en el Parlamento
Su fascismo han disfrazado;

Los que aúllan en su escaño
Sin condenar el franquismo,
Los que a pesar de los años
Su argumento es siempre el mismo;

Los que escupen en la historia,
Los que ocultan el pasado
Para borrar la memoria
De los más desmemoriados.

Sangre, rabia, pena, llanto…
Eso no puede olvidarse.
Tanto dolor, tanto espanto
Jamás podrá perdonarse.

El tiempo ahoga el rencor
Y las ansias de venganza,
Pero no cura el dolor
Ni hace olvidar la matanza.

Matanza que fue el principio
De un largo y duro calvario.
Matanza que ya ha cumplido
Su setenta aniversario.