jueves, 29 de mayo de 2008

Frikivisión: chikilicuatres Vs eurofans

Tenía que sacar el tema porque en cierto modo se lo merece. Cuando Manuel Fraga, ese ex ministro franquista reconvertido en defensor del sector más moderado (o menos extremista) del PP, acuñó el término ‘Spain is diferent’ no andaba (a su modo) muy desencaminado. Aquí somos capaces de lo mejor y de lo peor, de convertir un fracaso en una tragedia nacional o alegrarnos de él si no nos gustaba de antemano. Ejemplo futbolístico: que el seleccionador nacional no me gusta (Aragonés, Clemente, Iñaqui Sáez…), o no lleva a un jugador que es santo de mi devoción (Raúl, Michel…), pues soy capaz de desear que España pierda aunque luego me autoproclame el más español de todos (y la prensa tiene aquí gran parte de culpa).

Con Eurovisión, ese mal llamado ‘Festival de la Canción’, ha pasado algo similar. Muchos fueron los que desearon que en esta ocasión el representante español quedara en el último puesto, porque España iba a “hacer el ridículo”, y que prácticamente satanizaron no sólo al personaje sino también al actor que se escondía detrás del mismo. Muchos de los que así pensaban pertenecen a ese fenómeno llamado ‘eurofans’, que traducido resulta “friki (en el sentido más peyorativo del término) sin más ambición en la vida que recorrer la geografía europea para asistir a las galas más estúpidas y martirizar sus oídos, deteriorados ya de por sí, con las canciones más simples y despreciables” (pongan estas palabras en mi boca y en la de otra mucha gente). Yo les preguntaría a este tipo de sujetos si piensan que, desde un punto de vista musical, el ‘chiki chiki’ dista mucho del ‘aserejé’, de ‘la macarena’, o de otros temas perpetrados por individuos como King África, Georgie Dann o David Bisbal, y que causan gran adoración entre las masas. O incluso si no era tan lamentable o más el ‘Europe living a celebration’, que interpretaba una ‘Rosa de España’ que fue explotada hasta la saciedad, y que estancaron en unos estilos musicales muy distantes de sus posibilidades reales (aunque personalmente no me guste como cantante, reconozco su valía).

Pero vamos a hablar de Rodolfo Chikilicuatre y su ‘chiki chiki’. La canción la elaboraron unos simples guionistas del programa Buenafuente (y no Pedro Guerra y Santiago Segura como un periódico ‘serio’ como El País llegó a decir, tragándose hasta le médula la broma televisiva). Objetivo: parodiar el fenómeno reggaeton y colarse en la gala que preparaba Televisión Española para decidir el representante español en Eurovisión. Y se colaron en la gala con los votos (legales, muy a pesar de TVE) recibidos a través del portal Myspace. Pero para mayor sorpresa e incredulidad de los ideadores de esta canción, resultó ser el tema elegido para ir a la gala europea con una diferencia de votos aplastante, para mayor pesar del ente público y de un José Luís Uribarri que al principio renegó del ‘chiki chiki’, pero demostrando una gran hipocresía y una absoluta falta de dignidad, decidió apoyarlo para seguir pavoneando su figura por la televisión de todos los españoles (a pesar de no comulgar con el invento, si comulgaba con las ganancias). Y TVE tuvo que tragar porque había apostado por el sistema de votación de los espectadores y, por su propio bien, no le quedaba más remedio. Pero al final ha resultado que los beneficios que el ‘chiki chiki’ le ha reportado al ente público (y también al Terrat y a la Sexta) han sobrepasado sus propias expectativas, primero por la explotación del personaje y el merchandising, y después porque la gala eurovisiva batió record de audiencias (al parecer la vieron tanto seguidores como detractores del fenómeno).

En cuanto al resultado, para mí lo de menos ha sido el puesto. Hubiera quedado más abajo o más arriba, el éxito ha sido que un actor tan versátil (esperemos que no esté ya condenado por el personaje) como es David Fernández cante en Eurovisión vestido de a saber qué, con una guitarra de juguete, un tupé a lo Elvis, unas gafas sin cristales, un falso acento argentino, una música de teclado Casio y una letra tonta pero pegadiza. Para mí una genialidad más de la factoría El Terrat, para otros un ridículo espantoso. Pero el verdadero ridículo es que España siga asistiendo a un festival que tiene mucho de batalla geopolítica y poco o nada de música medianamente aceptable. Si en algún momento Eurovisión fue cuna de valores artísticos, cosa harto improbable, y menos en el caso hispano (Massiel, Karina, Betty Missiego, Salomé, Serafín Zubiri, D’Nash…), ahora no es más que un escaparate de frikis, eurodivas recauchutadas y sujetos con menos proyección musical que un botijo de madera. He dicho.

viernes, 23 de mayo de 2008

Juventud… ¿divino tesoro? (2ª parte)

En esta entrada, que sirve de continuación a la anterior, quiero poner otro romancero, en este caso dedicado al tema de la vivienda. Si ya es difícil tener una casa hoy en día, cuando la persona que pretende acceder a ella es alguien joven con un sueldo inferior a mil euros mensuales, las dificultades son mucho mayores.

Servidor, que es de letras, va a plantear un sencillo problema al ávido lector, para ilustrar más claramente la situación:

«Juan gana 800 euros al mes. Acaba de irse a vivir a un piso de alquiler, que le cuesta 350 euros mensuales. Todos los meses paga unos 50 euros entre la factura del gas, agua, luz, etc. Como Juan es caprichoso y quiere comer todos los días, en manutención se le van unos 200 euros mensuales. No contento con eso, también quiere salir con sus amigos de vez en cuando, ir al cine, comprarse algún libro, tomar algo en un bar, etc., en lo cual se gasta entre 150 y 200 euros al mes. Pregunta: ¿Cuántos días tardará Juan en volver a casa con sus padres?»

Si sabe usted la respuesta y el caso le resulta familiar, no pierda más tiempo y lea inmediatamente este romancero para consolarse un poco de este mal endémico. Si esto no le toca ni de lejos y no es consciente de esta problemática, o peor aún, usted ayuda a acrecentarla, váyase por donde ha venido, pero lea antes esto y reflexione. Sea como fuere, espero que este romancero no caiga en saco roto.


Pedir ¡Qué triste es pedir!
Y reclamar un derecho
Que está en la Constitución:
“Poder vivir bajo un techo”.

¡Qué triste es pedir!, ¡qué triste!
Y sentados en el suelo
Exigir que la vivienda
No cueste tanto dinero.

Pedir es triste, muy triste,
Pero más triste es robar.
La Inmobiliaria o el Banco,
¿Cuál de los dos roba más?

¿Ministerio de Vivienda?
¿Para qué?, ¿de qué ha servido?
Pa’ mostrar la incompetencia
De la señora Trujillo.

Suben y suben los precios,
La burbuja un día estalla.
¡Ojalá que le reviente
Al empresario en la cara!

Empresas inmobiliarias,
Banqueros que se aprovechan,
Hipotecas de por vida…
¡Un sin vivir la vivienda!

Pisos caros, diminutos,
Otros en muy mal estado…
¡Y encima quieren que vivan
En 30 metros cuadrados!

Que desfachatez Ministra.
¿30 metros?, no lo entiendo,
Si es más grande su despacho,
Donde usted vive del cuento.

Por el móvil o Internet,
Da igual la forma que sea
De convocar más protestas
Manifestando la queja

Contra toda esta bazofia
En que se ha convertido
La vivienda, y en el precio
Tan alto en que están los pisos.

Juventud… ¿divino tesoro? (1ª parte)

Tras ver un documental que llevaba por título La vida por 1000 euros, y que se emitió el martes 20 de Mayo en el programa Documentos TV, sentí la imperiosa necesidad de hacer un post como este, dedicado a ese sector de la población tan particular: la juventud. Esa “panda de vagos”, que “no tienen respeto ni educación”, y que, según dicen, “son unos maleantes” que “no saben apreciar lo que tienen”. Démosles las gracias a nuestros mayores, que ellos siempre tienen respeto y buenas palabras para los jóvenes.

¿Cuál es la etapa más difícil de la vida? Sería difícil responder a esta pregunta, pero parece claro que, a pesar de las comodidades que pueda haber, la más fácil no es la juventud. Yo me quiero ocupar de esta etapa, pero dejando a un lado la adolescencia y centrándome más en esos ‘veinteañeros’ y ‘treintañeros’, muchos de los cuales pertenecen a los llamados ‘mileuristas’ (tema al que estaba dedicado el citado documental). Y quiero por ello recuperar dos romanceros que hice unos años ha (concretamente hace dos años), y que, aunque cambien los actores en algunos casos, la situación poco o nada ha variado.

El tema del primer romancero es el botellón, esa actividad lúdico-festiva que tantos problemas causa a los vecinos, y muchos más a los dueños de bares de copas, y que se intenta erradicar, con más o menos éxito, tratando como delincuentes a los que los que lo practican. Un brindis en honor de la juventud y el botellón. Salud compañeros.


En tiempos poco rebeldes,
Presos de monotonía,
La juventud cambia el modo
De mostrar su rebeldía.

Ya no abogan por trincheras
Ni intentan revoluciones,
Ahora toman las calles
Realizando botellones.

Y por eso les acusan
De delincuentes y vagos,
Porque prefieran la calle
Para tomarse unos tragos.

¿Y qué?, si es su desahogo,
Si así liberan tensiones,
Se olvidan de los estudios
Y aparcan sus frustraciones.

Y aunque digan sus mayores
Que sólo son maleantes,
Y se ha perdido el respeto
De los jóvenes de antes,

No son los tiempos modernos
La cuna del gamberrismo,
Ni es de respeto tampoco
Hacer juicios de cinismo.

Y si bebiendo en la calle
Protestan esas criaturas,
Que engrosan listas de paro
Con varias licenciaturas,

Bienvenido sea el que llaman
'Macrobotellón' nocturno,
Que va a escupirle en la cara
Al político de turno.

martes, 13 de mayo de 2008

Las aventuras de Pepito Churrasco (Cap. 1)

Las estrambóticas y disparatadas aventuras de Pepito Churrasco

(Una historia demencial y surrealista, perpetrada por una mente demente)

Capítulo 1: De cómo Pepito Churrasco desea una muerte fuera de lo común

Pepito Churrasco era un sujeto vivaracho y jovial, pero era consciente del final que el cruel destino le tenía preparado para sí. Debido quizás a su carácter rebelde, Pepito se resistía a pensar que tenía que acabar convertido en un trozo de carne a la brasa. Él siempre había soñado con una muerte diferente, fuera de lo común para los de su especie. No en vano, él era un solomillo de cerdo de alta calidad, envidiado por muchos, pues era de raza ibérica, el linaje más selecto en cuanto a los derivados del porcino se refiere.

Y helo allí, en su bandeja de plástico, esperando en un oscuro rincón del frigorífico un final que llegaría tarde o temprano, pero que llegaría al fin y al cabo cuando se abriera la puerta de la nevera y una mano humana (o inhumana tal vez) apareciera para llevarse a Pepito para siempre. Él sabía que no podía poner frenos a su muerte, pues le llegaría como le llega a todos, y si no era consumido por nadie acabaría sus días deteriorándose y muriéndose de viejo, en estado de putrefacción y con un hedor y aspecto tan horribles que impediría que se lo comiera hasta la persona más necesitada. Era consciente de todo ello, pero lo único que deseaba es que cuando el final llegase, él pudiese elegir la forma. No quería morir en la sartén, ni en el horno, ni en la parrilla, y no soportaba la idea de que su cuerpo sin vida descansase sobre una exquisita salsa de almendras, con un cortejo fúnebre formado por una guarnición de patatas fritas o unos duros e incómodos granos de pimienta.

¿Pero cómo se puede resistir alguien a una muerte tan digna? ¿Qué mejor funeral le puede deparar el destino a un trozo de carne si no es el de acabar siendo un plato estrella en un restaurante de lujo? Pero él no era como los demás solomillos. Lo que muchos deseaban, él lo aborrecía.

Ahora bien, Pepito no le había contado a nadie sus deseos de una muerte diferente, y mucho menos a su familia. ¡¿Acaso había mayor deshonra para un solomillo de primera que morir de la forma que él deseaba?! No, no se lo había dicho a nadie. A quién le iba a contar que quería morir en una ensalada mixta, que deseaba que su lecho de muerte lo formaran lechugas frescas, escarolas, lombardas, tiernos cogollos y coles de todo tipo. Y que quería que lo cubriera una fina capa de queso fresco, unos excelentes lomos de atún, tomates de primera calidad y ser bañado por aceite puro de oliva. “¡Pero qué ideas se te meten en la cabeza Pepito!”, le diría la gente.

Y así, abstraído en sus pensamientos y en sus deseos, permanecía Pepito en un sombrío habitáculo de la nevera, que a veces se iluminaba y sumía en la máxima expectación a todos los habitantes del frigorífico, ignorando quién de los allí presentes iba a ser el próximo en abandonar su oscuro y frío hogar.


Nota: Esta historia sin pies ni cabeza tendrá continuación única y exclusivamente si el lector demuestra interés al respecto (comentarios, felicitaciones, insultos, amenazas...). Como se puede observar por el argumento de estas aventuras, el autor de las mimas confirma con ellas que su locura se agudiza por momentos, por si alguno anduviera aún con la duda.