A las ocho debía estar presente en el colegio electoral, donde me pasaría las próximas 15 horas del día, salvo 30 o 40 minutos que me ausenté para comer (nos fuimos turnando los miembros de la mesa para poder almorzar). A esas horas tan tempranas no se veía un alma por las calles, sólo algunas personas salpicadas que todas se encaminaban al mismo sitio: el colegio electoral; eran el resto de ‘pringaos’. Uno de ellos, servidor, llegó a su correspondiente mesa (yo estaba en la mesa B del C.P. Ana María Matute de Getafe) y, tras comprobar que estaban todos los miembros de la mesa, los suplentes se marcharon (estos eran efímeros ‘pringaos’). El resto del día lo pasaría junto con el Presidente de la Mesa, la primera vocal (yo era el segundo vocal), los interventores y apoderados de los partidos, y representantes de la administración. Por cierto, nos resultó bastante curioso que los tres miembros de la mesa llevábamos poco tiempo empadronados en Getafe (un año escaso o algo más de un año), algo que no dice nada bueno del proceso de selección, sobre todo si, como decían algunos que le había ocurrido a conocidos (a uno le había tocado el premio hasta cuatro veces), existen muchas posibilidades de que repitas.
Tras rellenar el acta de constitución de la mesa, a las nueve en punto comienza la votación. A esas horas poca actividad (el primer votante llegó justo a las nueve, o apenas dos minutos después). Hasta cerca del medio día, la gente llegaba en cuenta gotas a votar. Fue en torno a la una cuando el cúmulo de gente era mayor y se formaban algunas colas de considerable longitud. Cuando pasó ese periodo pre-almuerzo, volvió la calma al colegio y no sería hasta más allá de las seis de la tarde (la siesta es sagrada) cuando se incrementaría nuevamente la actividad. La otra hora punta se alcanzó entre las siete de la tarde y las ocho, hora del cierre electoral (ya se sabe, los españoles lo tenemos que dejar todo para el final, si no, parece que no estamos a gusto).
La votación se desarrolló sin incidencias. Me resultó más ameno de lo que esperaba, gracias al buen ambiente que teníamos en la mesa. La única incidencia fue una acalorada discusión entre el apoderado del PP de nuestra mesa y un interventor del PSOE que estaba en la mesa contigua. Se produjo cuando ya había concluido la votación, y la sangre no llegó al río.
El procedimiento de votación se convertía ya en algo mecánico: verificar la documentación del elector, comprobar su presencia en el censo y apuntarlo en la lista numerada de votantes. Algunas personas dudaban a quien votar hasta el último momento (estoy indeciso dijo uno); pocos, pero los había, llegaban sin haber votado nunca y preguntaban como se hacía; y algún que otro personaje curioso también rondó por aquellos lares.
Una vez cerrado el colegio electoral, y tras comprobar e introducir en las urnas el voto por correo, y después de que votáramos los miembros de la mesa, llegó el momento más esperado, y a su vez el más agotador, el escrutinio. A las 21:45 terminamos de contar (y que nos cuadraran las cuentas, que esa es otra) los votos. En nuestra mesa ganó el PSOE con bastante ventaja sobre el PP en las locales, pero con una distancia mucho más estrecha en las autonómicas. Y para concluir rellenar todas las actas (mucho papeleo), y firmar y firmar y firmar (creo que he firmado más veces que todo lo que había firmado en mi vida hasta ahora). A las once de la noche abandoné el local electoral (mi hogar durante ese día), y llegaba el momento de enterarse de los resultados (si hombre, siempre hay que estar informado).
El resto ya lo sabéis: la aplastante victoria de la muñequita Pérez y Alberto Ruiz Unicejo en Madrid, con el consiguiente descalabro de los socialistas Miguel Sevahostiar y Rafael Sinmangas, la pérdida de la mayoría de unpene (perdón quise decir UPN) en Navarra, etc. etc. Lo que yo he intentado contaros, es las entrañas del proceso de votación, como se vive desde dentro, porque del resto, lo sucedido de puertas para afuera, ya estaréis bastante empachados gracias al bombardeo informativo de los medios. Y lo que te rondaré morena, pues ahora llega el turno de los pactos para llegar al poder. Así que, ¡que dios nos coja confesaos!